La Cultura de La Delgadez |
Siempre ha habido criterios estéticos, las sociedades han establecido sus propios cánones, y la belleza ha sido valorada como un bien o un don que, de algún modo, ha sido utilizado en intercambios más o menos directos por amor, belleza, conocimiento, poder o dinero. Actualmente, hay por lo menos tres aspectos interesantes a señalar: 1) la belleza ocupa un lugar cada vez más preponderante y se sitúa en lugar privilegiado para esos "intercambios";2) dentro de la misma, la forma del cuerpo ocupa un lugar cada vez más destacado, conforme ha sido progresivamente redescubierto, al poder ser exhibido sin mayores tapujos; y 3) hay un proceso de homogeneización creciente respecto de los valores estéticos, en detrimento de la diversidad cultural, que no es sino una consecuencia más de la globalización. Dentro de este marco, hay que destacar la consolidación, desde los años setenta, de lo que ha sido llamado cultura de la delgadez. Las tallas ideales han disminuido en forma constante desde la década de los sesenta. En franca contradicción, la mejora de las condiciones vitales y la disponibilidad de nutrientes han llevado a un aumento sistemático de la estatura, y potencialmente, de la talla de las personas. Esta contradicción, aliñada con la influencia que tiene actualmente la imagen corporal para la autoestima y el éxito social, y magnificada por la presión del modelo de delgadez extrema catapultado a ideal y condición de belleza explican, en gran medida, que la Anorexia y la Bulimia Nerviosa hayan incrementado su incidencia en forma exponencial en los últimos años. La presión que generan las exigencias de este ideal de belleza es mucho más marcada en las mujeres que en los hombres y, dentro de las primeras, más importante en las menores de 25 años que para las de mayor edad. Lo anterior coincide con la distribución de estas enfermedades en la población: de cada 10 personas que las sufren 9 son mujeres, y la prevalencia en las menores de 25 años es claramente superior a la que se da entre las de mayor edad. La delgadez y la buena figura se presentan como valores altamente positivos asociados y/o percibidos como condiciones para tener éxito con el sexo opuesto, ir a la moda, o ser valorados y reconocidos socialmente. Varias investigaciones ponen de manifiesto que las jóvenes tienden a asociar el sobrepeso con desaliño, abandono y enfermedad; y la esbeltez, en cambio, con modernidad, dinamismo, éxito social, atractivo, y seguridad personal. En este sentido, ser capaz de mantener una figura esbelta es visto como un indicador de autocontrol, se torna un factor de competencia entre pares y permite incrementar la autoestima. Quienes no pueden adaptarse a ese ideal y, sin embargo, lo han asumido como un imperativo, están en el centro de una contradicción que es particularmente acentuada en la adolescencia, momento en que se forma y consolida la identidad y se es más susceptible y vulnerable a la influencia externa y al reconocimiento del otro. De aquí que el efecto que genera la introyección de estos valores e ideales sean especialmente intensos y nocivos en ese período. Parte del problema, es que se está produciendo un desplazamiento de la imagen corporal, de constituir un aspecto que forma parte de la identidad, a erigirse en un punto cada vez más central de la misma. En la instauración social de la cultura de la delgadez han participado múltiples variables y como todo fenómeno social es complejo y no admite explicaciones simples o reduccionistas. Sin embargo, uno de los determinantes más decisivos, en los últimos años, de la regresión de las tallas ideales, es la propensión de los diseñadores de moda a utilizar modelos más - ¿cómo decirlo del modo más aséptico y objetivo posible?- descarnadas. Sin ánimo de restringir la libertad y preferencias estéticas de los diseñadores, ni tampoco su creatividad artística, sería conveniente que tomaran conciencia de las consecuencias de la asunción y reproducción social de los valores y cánones estéticos que enhuesan ( si se generalizan estos parámetros, la metáfora "encarnar" va camino de pasar a la historia ) las modelos. La televisión y las revistas transmiten, tanto implícita como explícitamente, estos preceptos estéticos; de cada cuatro mensajes publicitarios -por ejemplo- uno invita directa o indirectamente a perder peso o asocian belleza, éxito y felicidad con delgadez. Este mensaje es sistemático y consistente y, en muchos casos, la funcionalidad social de los valores transmitidos y las asociaciones promovidas parecen confirmarse en la realidad cotidiana, debido a que, en alguna medida, todos comulgamos con ellos. No es sorprendente entonces que sean asumidos de manera más o menos acrítica por parte de muchos adolescentes (¡ y niños!). La Anorexia y la Bulimia son -además de enfermedades que entrañan riesgo, deterioro y sufrimiento para quienes las padecen- verdaderos síntomas sociales que denuncian que los valores e ideales estéticos transmitidos y asumidos son, potencialmente, patógenos. Pues bien, 5 de cada 100 adolescentes en España han comprobado ya, en carne propia, cuan fácil se puede caer la palabra " potencialmente" de la frase anterior. Lic. María Laura Santellán Psicóloga (Especialista en Trastornos Alimentarios) Centro D.A.P.C.E. - Buenos Aires |